Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de Calidad, consultoría de políticas públicas.
La tecnología irrumpe como un gran catalizar de distintas industrias y la educación no permanece al margen. Sin embargo, es posible que las expectativas sobre nuevas soluciones para catapultar competencias y destrezas sólo estén en el imaginario y no se concreten en la vida real.
Así, es importante que los líderes de administración, TI y profesores se pongan de acuerdo sobre lo que quieren lograr mediante el uso de una tecnología de aprendizaje en particular. Una vez que se establecen los objetivos, el personal de TI y la facultad pueden colaborar de manera más efectiva para elegir la mejor tecnología e iniciar los programas.
Las instituciones que implementan con éxito nuevas tecnologías de aprendizaje proporcionaron apoyo técnico y capacitación para estudiantes y orientación para profesores sobre cómo adaptar el contenido y la entrega de sus cursos. Por ejemplo, las instituciones podrían incluir recursos de autoservicio, estandarizar herramientas para la adopción o proporcionar oportunidades de estipendio para los profesores que asisten a cursos de capacitación técnica.
Por otra parte, las instituciones de educación superior a menudo no tienen los medios para medir el impacto de su inversión en tecnologías de aprendizaje, sin embargo, es esencial para maximizar los rendimientos. Atribuir los resultados de los estudiantes a una tecnología específica puede ser complejo debido a la cantidad de variables involucradas en el rendimiento académico. Sin embargo, antes de invertir en tecnologías de aprendizaje, la institución y sus miembros de la facultad pueden alinearse en un conjunto básico de métricas para cuantificar y medir su impacto.
Los indicadores de éxito se pueden correlacionar por modalidad (en línea versus híbrido versus en clase) para determinar el impacto de herramientas específicas.
En general, si se implementan correctamente, en el lugar correcto y con la aceptación correcta, las soluciones de tecnología educativa son absolutamente valiosas y tienen un claro retorno de la inversión.
Sin embargo, es posible que se caiga en expectativas irreales o que las tecnologías no tengan impactos significativos si no se tiene claro que se quiere lograr con esas soluciones y cómo se mide el impacto y desarrollo.
Como en cualquier transformación a largo plazo, la adopción tecnológica debe contemplar estas acciones:
Establecer un equipo central de transformación. Utilizar este equipo para proporcionar apoyo para superar las barreras y la rendición de cuentas.
Detallar un proceso de toma de decisiones transparente y objetivo. Establecer claramente qué información se requiere para evaluar una idea y comunicar cómo el liderazgo usará esta información para determinar qué avanza. La claridad genera confianza dentro de la comunidad en torno a un proceso justo y objetivo en el que todos puedan participar.
Mejorar las capacidades organizativas. Invertir en el crecimiento de la capacidad individual y colectiva a través de una formación dedicada destinada a ampliar el banco de talentos y garantizar la longevidad de la transformación.
Al implementar un ambicioso conjunto de proyectos para inspirar a todo el equipo, fomentar nuevas áreas de crecimiento y cambiar la trayectoria de la universidad, las instituciones pueden influir e impactar a generaciones de estudiantes y sus comunidades.