Economía

FILANTROPÍA/ La carta de Fink

Por Felipe Vega, Fundador de CECANI Latinoamérica, empresa de divulgación y capacitación de asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.

Laurence “Larry” Fink, fundador y director ejecutivo de BlackRock, el administrador de activos más grande del mundo, que tiene más de seis billones de dólares en activos bajo administración, emitió una carta dirigida a los directores de empresa.

La carta de Fink dice que la sociedad exige que las empresas, públicas y privadas deben “servir a un propósito social”. Es decir, beneficiar no solo a los accionistas sino también a los empleados, clientes y vecinos.

Más aún, aseguró que BlackRock está “ansioso por crear valor a largo plazo y trabajar para servir a todas las partes interesadas”. Los ejecutivos, escribió, “deben ser capaces de responder a sus preguntas sobre las acciones de la empresa, como el papel juega en la comunidad, cómo gestiona su impacto en el medio ambiente o si trabaja para crear una fuerza laboral diversa.

Durante casi 50 años, muchos se guiaron por Milton Friedman, que limitaba la acción empresarial en dar beneficios a los inversores e impuestos al gobierno. La labor social la limitaba a utilizar ese dinero para tener un impacto.

¿Pueden y deben los inversores obligar a las empresas a adoptar objetivos sociales, ya sea para abordar el cambio climático, luchar contra la pobreza o reducir la violencia? Más allá de eso, ¿cómo funcionará esto? ¿Qué se espera de los ejecutivos en esta nueva forma de hacer negocios? ¿Es todo esto relaciones públicas, o algo más? Los estudios ayudan a abordar estos problemas a medida que la industria de la inversión se prepara para prioridades más allá de las ganancias.

Milton Friedman presentó su famoso argumento en un artículo de 1970 en el New York Times Magazine. Escribió que enriquecer a los accionistas los mercados deben ser más eficientes para todos, y que era “una herejía” que los ejecutivos corporativos gastaran el dinero de la empresa en otra cosa que no fuera aumentar las ganancias.

Para Friedman, los ejecutivos que persiguen objetivos sociales con dinero corporativo están “gravando” a los legítimos propietarios de la empresa.

La noción de Friedman de que el único trabajo de una empresa es maximizar el valor para los accionistas influyó en gran medida en la legislación estadounidense. En una oferta pública de adquisición, por ejemplo, los gestores tienen la obligación de maximizar el valor financiero a corto plazo. Friedman sentía que cualquier cosa que se interpusiera en el camino de las ganancias —la filantropía corporativa, por ejemplo— era sospechosa, porque le quitaba tiempo, enfoque y dinero a los negocios más importantes de la empresa.

También asumía que tales actividades filantrópicas pertenecían al ámbito privado, a la vida personal de un ejecutivo o accionista.

Pero mientras tanto, se puede ver un cambio en el pensamiento que se aleja del puro afán de lucro en el comportamiento de los inversores, ejecutivos y empresarios

Algunas empresas se propusieron hacer explícito su compromiso con valores y causas específicas de responsabilidad. Ahora hay 2.544 corporaciones certificadas de este tipo en todo el mundo, en más de 50 países y 130 industrias.

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