Por Ivette Estrada
El espacio virtual no sólo está plagado de información y oportunidades. También deambulas ofensas y mensajes de odio.
En el mundo online, el comportamiento de las personas difiere mucho del presentado en la realidad física. Metafóricamente implica imponerse una máscara, como si fuera un carnaval. Entonces es permisiva la desinhibición y el impulso, el alejamiento de las normas sociales.
La agresividad y el instinto se potencializan. Nos transformamos en “salvajes”, tal como ocurre en El señor de las moscas del inglés William Golding. Entonces lo irracional es la norma.
En el espacio online, la difusión de la descalificación y acoso se multiplican en poco tiempo. Y en al menos uno de cada cinco de suicidios en personas menores de 22 años el ciberodio tiene alguna presencia.
Espacios de ofensa y persecución
ESET, firma líder en protección digital, es enfática al aseverar: las declaraciones públicas discriminatorias o difamatorias, incitación deliberada al odio, violencia y segregación son mensajes de odio.
La víctima se elige por sus credos, color de piel, orientación sexual, grado de salud…
Ciberodio, por su parte, es el discurso de odio expresado a través de medios electrónicos. Si ocurre en Internet, se clasifica como discurso de odio online.
El acoso cibernético, por otra parte, es realizado por medio de las tecnologías digitales, incluso las redes sociales, las plataformas de mensajería, de juegos y teléfonos celulares. Se trata de comportamiento reiterativos que buscan atemorizar, enfadar o humillar al destinatario.
Cuando en una conferencia de prensa la candidata del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, anunció que divulgaron su número celular y decidió mantenerlo, en un lapso de menos de una hora, en cuatro llamadas tomadas al azar, tres fueron de apoyo. Una resultó altamente insultante para la candidata de oposición. Su reacción fue enviar besitos al agresor.
¿Por qué jugamos contra la lógica?, ¡por qué no colgar e ignorar?, ¿por qué exponerse al maltrato?
Las respuestas a este tipo de agresiones según ESET son impedir que se continue la comunicación, apoyar a la víctima con un mensaje amable, reportarse a las autoridades.
Conviene documentar la agresión con captura de pantallas. Es imprescindible, por supuesto, reprobar este tipo de conductas en cualquier contexto y no alentarlas con escuchar la sarta de sandeces e injurias. Colgar de inmediato.
El silencio, en todos los casos, es inadmisible. Debe desterrarse del imaginario popular que el victimario debe recibir comprensión y solidaridad. El pernicioso dicho de “abrazos no balazos” sólo ahonda en las narrativas de divisionismo y descalificación: caldos de cultivo del odio. Y este debe eliminarse de lo que asumimos como “normal”.
Normal es la inclusión, la solidaridad, armonía y entornos de paz.