PULSO
Eduardo Meraz
Quienes se autodenominan no ambiciosos del poder, pero serían capaces de vender su alma con tal de ejercerlo, amenazan a la población con escenarios catastróficos.
Tanto el presidente totalmente Palacio Nacional, como el de nueva cuenta aspirante presidencial de Estados Unidos, conocidos y reconocidos por ser muy irascibles, quieren espantar a los votantes con convertir sus respectivos procesos electorales en infiernos.
Las incendiarias declaraciones de Donald Trump y del mandatario de México en caso de ser rechazados por el electorado, hace evidente la disonancia cognitiva por la que atraviesan ambos personajes sobre el significado de la democracia.
Mientras para el ejecutivo mexicano un resultado adverso hacia su partido político sería un “golpe de Estado técnico”, para el candidato republicano norteamericano una derrota conduciría a un “baño de sangre” entre sus pobladores.
Ambos políticos, siguiendo los cánones del populismo del siglo XXI -de derecha o izquierda-, han convertido el ejercicio del poder en una tarea caprichosa y berrinchuda, apartados de un buen manejo de la gobernanza.
En sus historias de vida han acumulado sospechas de corrupción y abuso de poder. En el caso de Donald Trump, ha hecho su riqueza con trampas al erario; en cambio, el ejecutivo mexicano sin nombre y sin palabra se sustenta en las “aportaciones en cash”.
El mandatario mexicano va un paso atrás de quién fuera su homólogo estadounidense. Hace cuatro años, Donald Trump y su horda de seguidores quisieron tomar por asalto la Casa Blanca al perder las votaciones; derrotero que seguramente recorrería el presidente mexicano para preservar el poder.
Cómo hace un cuatrienio, cuando Trump sentía segura, para él, la reelección, hoy el habitante temporal del palacete virreinal considera firme el triunfo de su discípula. Al igual que en aquel momento, los ciudadanos decidieron retirarle la confianza al abanderado republicano, puede suceder lo mismo con el morenismo.
Los mexicanos debemos mantenernos alerta, pues la inestabilidad emocional del mandatario palaciego, puede llevarlo a intentar la anulación del proceso electoral. Su cotidiana actitud de burlar la ley electoral, a fin de acumular llamados de atención y sanciones, tiene ese propósito.
Y en caso extremo, lo que actualmente se puede denominar como un “goteo de sangre”, al sumar más de 40 asesinatos de políticos en el actual proceso electoral, durante la reciente semana se registró un crimen diario en promedio.
Las señales están ahí. Y por lo visto los ”aliados informales” del cuatroteísmo -los poderes fácticos de los otros datos- también.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Hasta ahora, las propuestas de los candidatos presidenciales se sustentan en el pasado, el inmediato y el mediato; ambos con fracasos. Falta repensar y renombrar al gobierno y a las políticas públicas.
@Edumermo