Con flores y oraciones, varias concentraciones en toda Rusia rindieron homenaje este martes a las decenas de militares muertos en un ataque en el este de Ucrania que conmocionó al país y desencadenó una ola de críticas al ejército.
Unas 200 personas participaron en un homenaje en la ciudad de Samara, de donde eran algunos de los soldados muertos, un hecho inusual en Rusia donde las autoridades mantienen un hermético silencio sobre las bajas militares en Ucrania. Varias personas depositaron rosas o coronas de flores ante una llama en una de las principales plazas de la ciudad, inclinándose respetuosamente o haciendo la señal de la cruz.
Un sacerdote ortodoxo recitó una oración y, a continuación, los soldados disparando rifles al aire. Según los medios locales, se celebraron concentraciones en otras ciudades de la región, como Togliatti y Syzran.
El ministerio de Defensa ruso dijo el lunes que 63 soldados murieron por un ataque ucraniano en la noche de Año Nuevo en un edificio donde estaban estacionados en Makéyevka, una ciudad ocupada por Rusia en la región de Donetsk, que Moscú afirma haber anexionado. El gobierno de Kiev afirma que el número de víctimas es mucho mayor.
Las pérdidas, de las más cuantiosas sufridas por Moscú en un solo ataque desde el lanzamiento de la ofensiva contra Ucrania en febrero de 2022, conmocionaron a Rusia Rusia y desataron una avalancha de críticas de comentaristas nacionalistas, partidarios de la intervención militar.
La emoción causada por estas pérdidas, otro golpe para el Kremlin tras los reveses sufridos hace unos meses, se vio reforzada por el hecho de que los soldados muertos eran reservistas que habían sido movilizados.
“Llevo tres días sin dormir”, dijo Ekaterina Kolotovkina, esposa de un general ruso y presidenta del 2º Consejo Femenino de la Guardia Combinada del Ejército, en la ceremonia celebrada en Samara. “Estamos en contacto permanente con las esposas de nuestros chicos. Es muy duro, da miedo. Pero no podemos quebrarnos. El dolor une”, añadió.
“¿A quién castigarán?”
Tres días después del ataque de Makéyevka, anunciado en plena semana de vacaciones navideñas ortodoxas, el presidente ruso Vladimir Putin aún no ha reaccionado. Según el Ministerio de Defensa ruso, los misiles fueron disparados por lanzacohetes múltiples HIMARS, un arma suministrada por Estados Unidos a las fuerzas ucranianas.
Tras las derrotas sufridas por Moscú en los últimos meses en Járkov y Jersón, que provocaron críticas contra el Estado Mayor ruso, la masacre de Makéyevka supone otro revés, con llamamientos a castigar a los responsables. Varias voces se alzaron para denunciar el hecho de que la munición se almacenara en el mismo edificio utilizado para alojar a los soldados, a los que también se permitió utilizar sus teléfonos móviles, lo que posibilitó que fueran geolocalizados por los artilleros ucranianos.
“¿Qué conclusiones sacarán? ¿A quién castigarán?”, dijo Mijaíl Matvéyev, un diputado comunista por Samara.
Varios comentaristas favorables a la guerra, que cuentan con numerosos seguidores en las redes sociales, también cuestionaron la cifra de 63 muertos, que consideran infravalorada.
La cuenta de Telegram Rybar, con más de un millón de suscriptores, denunció la “ingenuidad criminal” de alojar a los soldados junto a un depósito de municiones cuya explosión habría agravado el número de muertos.
En Ucrania, el gobierno afirma haber sufrido varios ataques rusos desde Año Nuevo. El lunes el país volvió a recibir fuego de drones de fabricación iraní, pero la mayoría fueron derribados, según las autoridades. El presidente Volodimyr Zelenski declaró que su ejército había derribado más de 80 aparatos.
Según el gobernador de la región de Járkov (noreste), Oleg Synegoubov, la segunda ciudad más grande de Ucrania y su región fueron blanco de misiles rusos. Los combates más intensos están teniendo lugar en torno a la ciudad de Bajmut (este), que no tiene una importancia estratégica pero que las fuerzas rusas, dirigidas por el grupo de mercenarios Wagner, llevan meses intentando tomar.