Por Felipe Vega, Fundador y director general de CECANI Latinoamérica, empresa de capacitación para asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.
La innovación alimentaria representa un “campo fértil” en la educación a los consumidores potenciales y las figuras no lucrativas pueden generar cambios significativos en la incipiente industria.
Los ingredientes elaborados con biotecnología podrían desempeñar un papel importante en el futuro de los alimentos. En los últimos cinco años, se invirtieron cuatro mil millones de dólares para desarrollar nuevos ingredientes que van desde proteínas de micelio hasta huevos sin animales. Estos ingredientes pueden funcionar como las proteínas convencionales, pero no contienen animales y pueden ser más sostenibles.
Es decir, los nuevos ingredientes ofrecen el potencial de descarbonizar el sistema alimentario, permitir la seguridad alimentaria regional y mundial y responder a la creciente demanda de los consumidores flexitarianos. Sin embargo, debido a que estos productos son nuevos, hay una visión limitada de cómo los perciben los consumidores, lo que implica una gran oportunidad alfabetizadora por parte de la sociedad civil organizada.
Existen en el mercado los siguientes productos:
Productos bioidénticos libres de animales (proteína láctea, colágeno y huevos). Son biológicamente idénticos a las proteínas animales y se elaboran mediante fermentación de precisión.
Proteínas de biomasa (prebióticas, cultivadas, postbióticas, fermentadas, microbianas y alimentadas con gas). Estas proteínas se derivan de microorganismos y, por lo general, son nuevas para el consumo humano.
Proteínas fúngicas (proteína nutritiva de hongos, proteína micelio y micoproteína). Estos se derivan de organismos del reino de los hongos, la mayoría de las veces como organismos unicelulares comestibles.
También proteínas de origen vegetal (almendra, avena, garbanzo, soja, guisante y cebada) que ya están establecidas en el mercado.
La terminología familiar y las declaraciones nutricionales bien entendidas sobre los posibles impactos en la salud (como “fuente buena o completa de proteínas”) son las más convincentes, seguidas de cerca por las declaraciones que comunican el impacto ambiental (como “producido de manera sostenible”).
Sin embargo, el lenguaje vegetariano y vegano, aunque se entiende bien, no impulsa significativamente el consumo de estos productos. Al mismo tiempo, el lenguaje sobre los métodos de producción ( “bioingeniería” o “hecho con biotecnología”) no se entiende bien y no impulsa el consumo.
¿Qué impide el consumo de estos productos? La falta de conciencia o preguntas sobre la producción (“cómo se hace”) representa la principal barrera seguida de las preocupaciones sobre el sabor, la naturalidad y el precio.
Asimismo, los consumidores con ingresos de más de $100,000 dólares por año, declararon tener mayores dudas sobre los efectos a largo plazo en la salud.
En la educación del consumidor hay grandes deficiencias. Las partes interesadas de la industria alimentaria pueden considerar invertir en la educación del consumidor a medida que los nuevos ingredientes comiencen a llegar al mercado. Las asociaciones civiles tienen un gran campo por explorar.